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Cómo erradicar la infomedia en África













En África, al igual que en otros continentes, han proliferado durante la crisis sanitaria teorías conspirativas e informaciones falsas sobre la enfermedad de COVID-19. Propagadas a través de las redes sociales, aluden por ejemplo a la existencia de remedios presuntamente milagrosos contra esta, como el consumo de té negro, hojas de nim y sopa de pimienta. Para contrarrestar esa epidemia de bulos, es menester refutarlos, previo rastreo en las plataformas digitales, así como fomentar el sentido de la responsabilidad de éstas e impulsar una educación básica para el uso crítico de los medios informativos.



Diomma Dramé



Periodista especializada en investigación sobre temas de salud. Trabaja en la sección francófona del sitio web Africa Check con sede en Dakar (Senegal), que está dedicado a la verificación y rectificación de noticias.



La pandemia de COVID-19, una enfermedad desconocida hasta hace pocos meses, ha generado una crisis sanitaria mundial sin precedentes. Con respecto al virus que la provoca, la ciencia no está todavía en condiciones de dar respuestas definitivas a los interrogantes sobre la probabilidad de sus brotes estacionales, su capacidad de mutación y la eventual inmunidad adquirida por las personas a las que haya contagiado. El deficiente conocimiento actual de esta patología, así como la consiguiente incertidumbre sobre su evolución, han suscitado en África y otras partes del mundo una gran demanda de información que ha ido acompañada de una intensa propagación malintencionada de rumores y bulos, amplificados por su difusión en las redes sociales.



El sitio web Africa Check, radicado en Dakar (Senegal) y especializado en la verificación y rectificación de noticias, se ha dedicado desde los comienzos de la pandemia a rebatir algunos de los bulos difundidos, publicando por lo menos 50 artículos que los refutaban y que habían sido sometidos previamente a la supervisión de diversos expertos e investigadores.



A falta de un tratamiento científico de probada eficacia contra la enfermedad de COVID-19, empezaron a proliferar en el continente africano artículos y mensajes sobre presuntos remedios milagrosos. Por ejemplo, a raíz de las pruebas clínicas realizadas por el epidemiólogo francés Didier Raoult acerca del uso de la cloroquina, circularon por varios países del África Occidental noticias difundidas por conducto de WhatsApp y Twitter en las que se afirmaba que las hojas del nim contenían ese compuesto. El rumor desató una avalancha de depredaciones del follaje de ese árbol. Sin embargo, la sustancia en cuestión es un derivado de la quinina que no se extrae de ningún vegetal y que solo se produce mediante síntesis química. Lo ocurrido con las hojas del nim no fue un caso único, ya que también se airearon en las redes sociales numerosos mensajes que encomiaban la vitamina C, el té negro, la sopa de pimienta o el ajo como otros tantos remedios supuestamente eficaces para acabar con la infección causada por el virus.

Teorías conspirativas



En África, la pandemia también ha dado lugar a la difusión de múltiples imágenes y vídeos, manipulados o descontextualizados, sobre imaginarias campañas de vacunación forzosa destinadas a propagar el virus, o sobre actos de discriminación perpetrados contra ciudadanos chinos. Por ejemplo, se difundió un vídeo que mostraba el incendio de un edificio comercial de la ciudad de Ibadán (Estado de Oyo, Nigeria) como si fuera un acto de represalia contra su presunto propietario de nacionalidad china. Según un mensaje publicado en Twitter por las autoridades de Oyo, el edificio en llamas pertenecía en realidad a un ciudadano nigeriano y el 80% de los trabajadores empleados en él eran de esa misma nacionalidad.



Muchos internautas difundieron por doquier teorías conspirativas relacionadas con un imaginario complot occidental contra el continente africano, en una tentativa de supuesta explicación del origen y la propagación de la pandemia de COVID-19, falseando en particular unas declaraciones del Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, que a finales de marzo de este año se refirió en una entrevista concedida a Radio Francia Internacional a la posibilidad de que la epidemia pudiera causar millones de víctimas en África, a falta de ayuda y reacción rápidas. También corrió por el continente cual reguero de pólvora un bulo sobre una pretendida vacuna subvencionada por la Fundación Bill y Melinda Gates para controlar a las poblaciones africanas. Todas esas informaciones, además de ser evidentemente erróneas, se difundieron a veces con el propósito deliberado de inducir a engaño a la opinión pública.



La circulación de bulos y sus perniciosas consecuencias no son características de la crisis sanitaria provocada por el coronavirus. Ya en 2014, un conjunto de patrañas había suscitado corrientes de resistencia a la estrategia de lucha contra el virus causante del ébola en algunos países afectados por esta enfermedad epidémica.



En un artículo publicado en 2015 por la revista Anthropologie & Santé con el título “L’ ‘exceptionnalité’ d’Ebola et les ‘réticences’ populaires en Guinée-Conakry. Réflexions à partir d’une approche d’anthropologie symétrique” [“Excepcionalidad” del ébola y “reticencias” populares en Guinea-Conakry. Reflexiones a partir de un enfoque de antropología simétrica], Sylvain Landry Faye señalaba que, cuando se produjeron las primeras defunciones por esta epidemia en el seno de una misma familia, se interpretaron como signos de un castigo sobrenatural o de una maldición pronunciada con motivo de un caso de robo o adulterio. Este rumor alimentó entre la población la creencia de que no se trataba de una enfermedad biológica, lo cual hizo que en las comunidades surgieran comportamientos de rechazo contra la estrategia sanitaria aplicada por las autoridades estatales y sus socios para contener la epidemia de ébola. Otros bulos afirmaban que los Centros de Tratamiento del Ébola (CTE) eran lugares donde se contaminaba a la gente y se la dejaba morir para traficar luego con sus cuerpos y órganos vitales.

Las redes sociales colman las lagunas informativas



Durante la epidemia de COVID-19, las informaciones falsas cobraron proporciones sin precedentes en África al ser difundidas por las redes sociales y aplicaciones como Messenger, WhatsApp o Facebook. Estas plataformas facilitan el acceso a la información, pero también permiten que cualquiera de sus usuarios pueda producir información propia y difundirla en tiempo récord. Por ejemplo, el vídeo sobre el incendio de Ibadán puesto en línea el 20 de abril ya lo habían compartido más de 380.000 internautas tan solo tres días después.



Asimismo, hay otros factores que fomentan la circulación de rumores y bulos. En Senegal, por ejemplo, el hecho de que los medios informativos tradicionales hicieran hincapié sobre todo en el número de personas contagiadas, así como en las advertencias en materia de prevención de la epidemia, no satisfizo plenamente la necesidad que tenían algunos ciudadanos de obtener información más positiva sobre posibles tratamientos de la enfermedad. De ahí que las redes sociales vinieran a colmar esa laguna informativa.



Los bulos se difunden sobre todo entre grupos y círculos con determinadas afinidades que los asimilan fácilmente como si se fueran informaciones de “fuente fidedigna”. Mediante textos y mensajes sonoros, los rumores se ponen falsamente en boca de autoridades, figuras o responsables de centros hospitalarios que preconizan supuestos métodos sencillos para protegerse de la enfermedad, como hacer gárgaras con agua caliente o salada para desinfectar la garganta. También se prestan a la difusión de bulos personas que se autoproclaman líderes religiosos.



Al ciudadano de a pie no le resulta siempre fácil distinguir entre la información propagada por las redes sociales –aunque sea manifiestamente inexacta o engañosa– y la difundida en los medios de comunicación tradicionales que, en principio, suele ajustarse a normas rigurosas de acopio, procesamiento y verificación. En épocas de crisis especialmente, el afán de certidumbre puede prevalecer sobre la voluntad de informarse correctamente.

Fomentar el espíritu crítico de la ciudadanía



La avalancha de noticias falsas difundidas en las redes sociales, calificada de “infodemia” por la Organización Mundial de la Salud, ha incitado a algunas plataformas digitales a emprender una ofensiva con tres objetivos: impedir que se viralicen los bulos, poner en primer plano contenidos informativos procedentes de fuentes oficiales, y proscribir toda publicidad de remedios “milagrosos”. Los periodistas de Africa Check, especializados en contrastar la veracidad de las noticias difundidas, no han escatimado esfuerzos para rectificar las que resultaban ser mendaces y facilitar el acceso a fuentes de información fiables.



No obstante, es obvio que esta labor no basta. En el futuro será preciso hacer participar en esa ofensiva a los blogueros con influencia en las redes sociales, pero sobre todo habrá que centrarse en los grupos de Facebook y WhatsApp para sensibilizar a sus animadores y gestores a la importancia que tiene la lucha contra la difusión de bulos.



También se pueden reproducir algunas iniciativas que han obtenido resultados concluyentes en esa lucha. Un ejemplo de ellas es la experiencia de la emisora de radio francófona en línea de "Wa Médias". Creado el pasado mes de marzo en Côte d’Ivoire para rebatir las noticias falsas sobre la COVID-19, este medio informativo cuenta con una red de unos 200 colaboradores voluntarios que recorren el barrio popular de Yopugón, situado en la ciudad de Abiyán, para verificar las noticias que circulan por las redes sociales y rectificar los bulos, educando así a la población en el uso crítico de la información y sensibilizándola a la importancia que éste tiene.



Para contrarrestar la información falsa, es preciso utilizar los mismos conductos que la alimentan y difunden. También es menester, tanto en África como en los demás continentes, despertar el espíritu crítico de los ciudadanos para que sepan cuestionar las fuentes de bulos y conocer la identidad de sus autores. Sin una educación básica para el uso de los medios informativos, las teorías conspirativas o las patrañas sobre el presunto valor terapéutico del ajo o el agua seguirán campando por sus respetos en el futuro.



Entérese de las acciones llevadas a cabo por la UNESCO para hacer frente a los rumores y a las informaciones falsas que circulan en Internet y en las redes sociales durante la crisis sanitaria.

Más información



Medios de comunicación: verdad contra mentira, El Correo de la UNESCO, julio-septiembre de 2017



Contra la información falsa, espíritu crítico, El Correo de la UNESCO, julio-septiembre de 2017



Alfabetización mediática e informacional en la UNESCO



Verified. Esta iniciativa de las Naciones Unidas tiene por objeto suministrar información fiable sobre la pandemia de COVID-19